Oct 18, 2014

¿Por qué las niñas mexicanas son mejores que los niños en la escuela?

En México, muchos niños la pasan mal, pero a las niñas les va peor. Porque, con el respeto que me merece mí país, es imposible negar que somos sexistas, misóginos y que discriminamos incluso desde el hogar. No obstante, a pesar de los pesares, las niñas y mujeres mexicanas cada vez ganan más terreno en la vida nacional y tienen un poco más de poder. En este momento, por ejemplo, mientras escribo esto estoy sentado en una oficina gubernamental donde el 80% de las directoras y subdirectoras son mujeres. Circunstancias como esta posiblemente han irritado a millones de hombres que ven cuestionado su “derecho divino” a ostentar el poder formal, como nos lo ha garantizado por siglos el sistema patriarcal. 

¿Pero de dónde surgen entonces algunas de las oportunidades que permiten que, por ejemplo, en una oficina gubernamental las mujeres dominen los puestos directivos? ¿Cómo se dieron las condiciones para que las mujeres reclamaran su lugar si los hombres mexicanos seguimos siendo retrógradas? ¿De verdad la sociedad mexicana evolucionó? ¿De verdad los padres mexicanos en algún momento dejaron de favorecer a sus hijos y comenzaron a empoderar a sus hijas?


Disculpe usted estimado lector, pero las altas tasas de feminicidios en México me orillan a decir que en general no, que seguimos siendo misóginos, sexistas y discriminadores y que poco o nada hemos cambiado en los últimos años. Mi teoría es que, si acaso hubo un raquítico cambio en favor de las mujeres, fue sin duda el resultado del reclamo femenino en condiciones francamente adversas. También, pudo ser el producto casi de un accidente. Ahora, permítame elaborar en esto último. Para ello utilizaré los números provistos por la Encuesta de Vida y e Ingreso de los Hogares en México (ENVIH) 2009-2011, la cual tiene representatividad a nivel nacional.


Lo que hago a continuación es comparar a las niñas con los niños de la misma familia, tomando en cuenta un conjunto de características o factores que son comunes a hijos e hijas en el mismo hogar, como la escolaridad de los padres, el ingreso del hogar, la religión, su ubicación geográfica, el número de hermanos, el orden de nacimiento, la estatura, e incluso las habilidades cognitivas (coeficiente intelectual) de padres e hijos. Así como otros factores no observables que difícilmente cambian en el tiempo, como la cultura parental o la religión además de buena parte de la genética que comparten los hermanos de sangre.

No voy a entrar en detalle sobre cómo se obtienen estos números, sólo le pido que confíe en mis habilidades econométricas y, sobre todo, que asimile que lo que se presentan no son comparaciones simples entre niños y niñas, sino que estos números representan una suerte de igualación entre hijos e hijas en todas las características arriba mencionadas. Es decir, que tienen la misma edad, que se encuentran en el promedio de estatura para su edad y sexo, que comparten los mismos padres y recursos parentales, cultura, religión y buena parte de la carga genética entre otras cosas, y que casi, sólo difieren en el hecho de ser niño o niña.

Los resultados indican, luego de considerar todos esos factores, que las niñas mexicanas de entre 5 y 18 años estudian 0.3 años más que los niños; su probabilidad de reprobar un año es casi 10% más baja y su probabilidad de continuar inscritas en la escuela es 5% más alta que la de un pequeño de la misma edad. Es decir, en condiciones similares tanto socioeconómicas como culturales y del hogar, las niñas lo hacen ligeramente mejor que los niños en la escuela (aunque luego ganen menos por hacer el mismo trabajo que los hombres).

El detalle está en encontrar los canales que explican por qué a las niñas les va mejor. Eso es mucho más difícil, pero otros resultados obtenidos con la misma encuesta, sugieren algunas hipótesis. Resulta que, como se muestra en el gráfico abajo, las niñas realizan 2 horas más de labores domésticas a la semana que los niños; juegan casi 3 horas menos que los varones; pasan más de 3 horas cuidando de otros familiares, y a pesar de que son mejores en la escuela, pasan 1.3 horas menos haciendo tarea o estudiando.


Gráfico 1. Diferencias semanales entre niños y niñas en el tiempo invertido en distintas actividades en el hogar.

Notas: Los datos provienen de la ENVIH III 2009-2011. Cada barra representa una estimación de efectos fijos por hogar. Las regresiones incluyen controles de edad de los hermanos, su estatura estandarizada por edad y sexo, coeficiente intelectual estandarizado por edad, años de escolaridad, y orden de nacimiento. Intervalo de confianza al 95%. 

Recuerde, estas no son diferencias en promedios simples, sino el resultado de una comparación estadística entre hermanos, niñas y niños con las mismas características individuales, familiares y de contexto social, lo que sugeriría una posible discriminación entre hijos e hijas al interior de los hogares. Esto también sugiere que no, que los padres, no dejaron de favorecer a sus hijos varones.

Hasta aquí los números y a partir de esto mi hipótesis. Los niños juegan más, trabajan menos que las niñas y les va peor en la escuela. Un posible resultado de esto es que los varones desarrollan menos disciplina y, en consecuencia, les va peor que a las mujeres, no solo en lo escolar, sino también en el trabajo y en los deportes, entre otros ámbitos. Porque a ellas se les exige más en su “rol” y desde muy temprana edad deben trabajar más en la casa, se les permite jugar menos, deben cuidar a otros dependientes y tienen que ser más eficientes con el tiempo que destinan al estudio.

De hecho, la evidencia internacional muestra que, en efecto, las mujeres tienen mejores competencias emocionales que los hombres y que, además, las utilizan mejor. En esto, la genética y la evolución pueden jugar un rol, pero nada se encuentra ausente del ambiente en donde estas habilidades se desarrollan. Y quizá, por las mayores responsabilidades a las que las mujeres son sometidas desde temprana edad, desarrollan más y usan mejor estas habilidades.

Pero esto es sólo una hipótesis por probarse. Lo que es más evidente es que la discriminación comienza desde muy temprano y dentro de los hogares. Aun así, muchos de los padres y madres que discriminan entre hijos e hijas, son los mismos que ahora vociferan que el problema de la violencia hacia la mujer no es una cuestión de género, sino de "falta de valores”, cuando nuestros valores familiares, al parecer, incluyen discriminar.


*Publicado el 18/10/2014. Actualizado el 6/3/2020.