Es muy probable que el Presidente Felipe Calderón se haya enlistado en la "guerra contra el Narco" únicamente para llamar a la unidad de los mexicanos, entonces polarizados por la elección presidencial, calificada por el 40% de la población como fraudulenta. Este movimiento iniciado por el líder del ejecutivo, al más puro estilo de la vieja escuela, sólo contempló la necesidad política del momento, sin considerar los efectos colaterales que la lucha podría causar. Hoy día, parece que esta guerra recién iniciada no distará mucho de todas las que han existido, donde sólo se cuentan perdedores y consecuencias fatídicas para los involucrados, incluida la sociedad civil, el sector más vulnerable y el menos culpable.
El líder del ejecutivo, optó por enfrentar de manera frontal al narcotráfico y la delincuencia organizada en lucha armada; con ello aceptó el riesgo de usar la violencia y a su vez tener como respuesta más violencia en una cadena que se repite. El Gobierno Federal, no anticipó medidas complementarias a la lucha armada que permitieran inclinar la balanza a su favor, como la lucha anticorrupción en las aduanas mexicanas, acciones contra el lavado de dinero y el desmantelamiento de redes infiltradas en el Gobierno. Con lo que el país se encuentra bajo un escenario bélico, de inseguridad y deasosiego que podría extenderse ilimitadamente, con una delincuencia cada vez más organizada y que continuará financiada y armada.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que la delincuencia organizada no atenta exclusivamente en contra de quien le declaró la Guerra; sino que su rango de acción sacude tanto a ciudadanos comunes como empresarios, comerciantes, turistas y demás terceros involucrados. Estos, sin deberla ni temerla, son ya el blanco de los narcotraficantes que ahora se vuelven -en el afán de incrementar su financiamiento y sostener el combate, no solo narcotraficantes sino también secuestradores y terroristas.
No poner énfasis en la lucha contra la corrupción en las aduanas mexicanas ni en el lavado de dinero, ha tenido al menos dos efectos negativos que significan un traspié para la guerra iniciada por el Ejecutivo. Los narcotraficantes siguen vendiendo drogas a los Estados Unidos y continúan comprando armas a ese mismo país, con esto obtienen una gran cantidad de recursos para financiar la guerra y una buena dotación de armas de alto calibre para inclinar la balanza a su favor. Sanear los puntos corruptos donde los narcotraficantes se hacen de dinero y armas, quizá debió haber sido el primer paso en esta lucha. Esto sin siquiera hablar del altísimo costo económico de haber empezado al revés.
Si bien se puede discutir que el Estado está en el derecho de utilizar la fuerza para reestablecer el orden social y otorgar seguridad a los ciudadanos; también tiene la obligación de mantener la estabilidad social y entender cuándo esa fuerza puede quebrantarla aun más. En el caso del Estado mexicano, antes de lanzarse a la lucha armada, tendría que haber entendido sus limitantes, como son: los altos niveles de corrupción en organizaciones de gobierno, aduanas y policías; su alta vulnerabilidad para ser flanco de ataques y presiones, la debilidad de sus instituciones y un ejercito que sólo ha sido puesto a prueba en terremotos e inundaciones.
Asimismo, nuestro Gobierno tuvo que considerar las ventajas que tenía el enemigo en esta batalla: dinero, armas, mercenarios, infiltrados y quizá lo peor de todo, el terrorismo. El terror como actuar de los delincuentes, grupos de presión política y de fanáticos religiosos, se ha convertido hoy en el lastre de muchos países. Léase EU, Colombia o España, en todos los casos el terrorismo se ha convertido en una pesada carga para sus sociedades y ahí se demuestra que tras décadas de lucha y guerra, no se ha terminado.
En resumen, el balance es negativo puesto que se ha pasado de un país productor de droga que cantaba "narcocorridos" y oía de lejos la muerte de narcos y sicarios, a un país lleno de miedo e indignación, donde la guerra antinarco alcanza y tiene efectos en todos los niveles de la sociedad. Hoy los narcotraficantes no sólo matan policías, sino que también secuestran y atentan contra ciudadanos comunes, contra mexicanos honestos que trabajan y pagan sus impuestos y que seguramente, en su vida han consumido ni mucho menos vendido drogas.
Después de iniciada la “Guerra contra el narcotráfico” las voluntades unidas al fin, son muchas; pero los resultados pocos. Las víctimas crecen y cada vez más gente inocente es castigada por los errores cometidos por otros. Aun peor, el futuro continua incierto, los narcotraficantes no cesarán y en su necesidad de mantener sus ingresos y su dominio, se verán impulsados a incrementar su mercado y su rango de acción, con lo que distribuirían más droga en nuestro territorio, lavarían más dinero, secuestrarían más gente y utilizarían más armas. EU sigue siendo el país que pone las armas y el consumo; México, al parecer, seguirá siendo el que pone los muertos.
Las opciones del Estado mexicano parecen acotadas, por voluntad propia, a seguir persiguiendo delincuentes por todo el territorio Nacional; a establecer retenes que afectan la libertad de tránsito de ciudadanos que nada tienen que ver; a lamentarse por las victimas de los atentados y a ver cómo se extiende una guerra que se inició sin mayor análisis de sus resultados, de manera irresponsable.
Y todo por que al parecer, "La guerra contra el Narcotráfico" ganaría más voluntades que las que se lograrían acabando con la corrupción en las aduanas o en la policía, porque en definitiva, une a los buenos (la gran mayoría de los mexicanos que votaron o no por Calderón) contra los malos, los narcotraficantes. Aquí cabe recordar que con razón o sin ella, una buena parte de la población al inicio del mandato de Calderón pensaba que era Presidente por fraude. Por el contrario, el día de hoy el Presidente es apoyado por el 60% de los mexicanos, que a su vez piensan que su gestión es buena y mucho tiene que ver en ese porcentaje la "guerra contra la delincuencia organizada", de acuerdo con Consulta Mitofsky.
Sacar el ejército a las calles ha venido a comprobar las pocas posibilidades y al parecer, también la poca voluntad del Ejecutivo de luchar contra la corrupción, la debilidad Institucional y los problemas de fondo, que permiten que México sea tierra fértil para los delincuentes. Queda claro así, que aquí las voluntades políticas siguen siendo más fuertes que el bienestar común, igual que era antes. Y todo porque el Presidente decidió legitimarse a balazos... Al final, los narcotraficantes, si bien se han visto amenazados, hasta el momento no parecen vulnerados.